
Los jugadores aparecen, saludan, bromean al pasar, se prestan al diálogo, otros huyen, encienden los motores, salen, escapan con destino al almuerzo, al descanso familiar. En el predio de Banfield, en Luis Guillón, ya no se respira la calma de otras épocas. Hay movimiento. Una veintena de autos llegó cargando más de treinta profesionales de la prensa, entre periodistas, camarógrafos y fotógrafos. Hay móviles en vivo, celulares que se amontonan sobre las bocas de los jugadores. Hablan todos a pesar de que estaba pautado que fueran apenas tres. Un puñado de curiosos mira la escena desde un costado. Unos pocos, camiseta puesta, piden autógrafos. Banfield ya no es lo que era: es un candidato, un probable campeón, el líder, el único invicto. Y se nota en el entorno. Pero a pesar de la presión, de cierta ansiedad, del acoso, los jugadores mantienen la calma, no escamotean sonrisas.
El, un poco, sí.
Y lo sabe. Y lo admite.
Julio César Falcioni no se preocupa por las apariencias. Al técnico del puntero no le sobran las muecas de alegría. Mantiene, siempre, su seriedad, su desapego al chiste. Apenas un esbozo irónico antes de que se enciendan las cámaras, de que se prendan los grabadores. El resto es la monotonía pura, la explicación sesuda, la racionalización del sentimiento. Es así. Pero cuando la charla se pone picante, cuando se le recuerda que ya hay unos cuantos críticos del estilo de su Banfield, alejado del tiki-tiki que cosechó fieles fanáticos, Julio César se transforma en un cocker juguetón y comprador, oculto tras ese rostro de bulldog agazapado. "A pesar de esta caripela, somos un equipo simpático", dice, riéndose de sí mismo pero mostrando los dientes para defender su casa, su vida y la de los suyos.
"Las opiniones son todas respetables y cada uno ve el fútbol a su manera y desde su lugar", despeja, también, Falcioni, para evitar la confrontación directa con los que sostienen, como por caso Matías Fritzler (ver página 20), que el vuelo futbolístico de Banfield no está a la altura de un candidato a campeón. "No opino sobre lo que piensan acerca de cómo tenemos que jugar", la tira JC, de puntín o con sutileza -eso va en el gusto del lector- a la tribuna.
Sin embargo, sus muchachos sí salen a defender lo conseguido. Que no es poco: invicto de 15 partidos, la valla menos vencida, el 77,7% de los puntos logrados (35 sobre 45 posibles), victorias ante los tres grandes a los que enfrentó (2-0 a River, 1-0 a San Lorenzo, 2-1 a Independiente) y en el clásico (2-1 a Lanús), y el goleador del campeonato, Santiago Silva, con 12 gritos. Es éste, el uruguayo, el más frontal a la hora de responder a las acusaciones de equipo aburrido, poco vistoso e, incluso, defensivo. "Si Banfield no juega lindo... Y... Se tendrían que preocupar nuestros rivales. Si llevamos 15 fechas invictos tendrían que preocuparse los otros porque jugamos así y no nos pudieron ganar", pateó el delantero. Al ángulo.
La discusión es de café, futbolera. Buena vista o social club. Y Banfield es, desde toda óptica, una buena sociedad, creada a partir de su técnico y con lineamientos clarísimos, que cada intérprete se encarga de encausar hacia el objetivo. Lo explica Sebastián Fernández: "Nosotros estamos convencidos de lo que hacemos. Nos viene saliendo bien y vamos a seguir por el mismo camino. Cuando se van apretando los partidos y estás más cerca del final, cuesta más, hay más presión y se hace más difícil jugar bien".
Papelito admite, sí, lo que en otros casos cuesta. "No molesta que nos digan que nuestro juego no es vistoso, me parece bien y justo", se despreocupa el delantero. ¿Acaso podría preocuparse mientras mira a los demás desde arriba? No parece. "Somos efectivos", define Lucchetti, que asegura que el jogo bonito se ve "en algunos momentos o jugadas" y se embarca, como el resto, en llegar a la costa. "Lo importante -remarca el arquero- es que somos contundentes. Somos ordenados y con eso nos alcanza para ser punteros del campeonato".
Es, dicen, el equilibrio justo: una alta dosis de confianza, un toco de solidez defensiva, explosión del medio hacia adelante, contundencia, oportunismo y, también, buen pie en jugadores como Erviti, James Rodríguez o Fernández. "Más allá de las capacidades individuales, en lo grupal estamos excelente. Adentro del campo somos solidarios, compañeros", describe Falcioni. "El grupo ha sido muy homogéneo y cuando tenés esa respuesta, sabés que llegás al partido con muchas posibilidades de ganar", insiste.
Y no sonríe. Mantiene su cara, esa caripela que transmite, si no simpatía, lo necesario para ganar.
(INFO DIARIO OLE)